¿Qué esperas de tu mejor amigo, de tu novio(a) o de tu esposo(a)?
Menciono algunas respuestas que he recibido:
- Que me tenga confianza. Que me escuche.
- Que me diga siempre la verdad.
- Que me ayude a ser mejor aún cuando duela.
- Que me haga sentirme a gusto cuando estoy con él.
- Que me acepte y valore mis logros y mis cualidades.
- Que aún conociéndome tal cual soy, me siga queriendo igual.
- Que me defienda y me sea leal cuando otros me critiquen o quieran hacerme daño.
- Que hable bien de mí.
- Que nunca me humille.
- Que se acuerde de mí cuando estoy lejos y que el tiempo y la distancia no disminuyan el amor.
- Que esté a mi lado en las buenas y en las malas.
Las respuestas son muy variadas pero hay algunos elementos en común, como la lealtad y la fidelidad, confianza, aceptación, respeto, entrega…
En la Biblia, en el libro del Eclesiástico 6, 5-17 encontramos un texto que trata de la amistad y que tiene algunas semejanzas con esta lista:
"La boca amable multiplica sus amigos, la lengua que habla bien multiplica las afabilidades. Sean muchos los que estén en paz contigo, mas para consejero, uno entre mil. Si te echas un amigo, échatelo probado, y no tengas prisa en confiarte a él. Porque hay amigo que lo es de ocasión, y no persevera en el día de tu angustia. Hay amigo que se vuelve enemigo, y descubrirá la disputa que te ocasiona oprobio. Hay amigo que comparte tu mesa, y no persevera en el día de tu angustia. Cuando te vaya bien, será como otro tú, y con tus servidores hablará francamente; mas si estás humillado, estará contra ti, y se hurtará de tu presencia. De tus enemigos apártate, y de tus amigos no te fíes. El amigo fiel es seguro refugio, el que le encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor. El amigo fiel es remedio de vida, los que temen al Señor le encontrarán. El que teme al Señor endereza su amistad, pues como él es, será su compañero."
Cada uno podría hacer su elenco, no para catalogar a quiénes puede considerar verdaderos amigos, sino para ver si se está comportando con sus amigos o con su esposo o esposa, de la misma manera en que él espera ser tratado. Y al pensar en tus mejores amigos considera que a Jesús le gustaría que le tuvieras en cuenta. Él nos llamó amigos (Jn 15, 15) y espera que le tratemos como tal.
Tratar de amistad con Jesús
Conocemos la definición de la oración que nos ofrece Santa Teresa donde evidencia que la oración es una relación de amistad con Cristo: "No es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama". (Libro de la vida, 8,5)
Jesús espera que le tratemos como una persona, no como un “tema de meditación”.
La amistad con Cristo comienza en esta vida, pero no acaba nunca
El trato de amistad con Jesús de Nazaret en la oración exige: acogida, donación, confianza, fidelidad, respeto… mucho amor, cada día. Llevándose de esta manera con Cristo, se establece una relación de amistad extraordinaria y lo mejor es que es sólo el comienzo de lo que nos espera.
San Pablo sabía de esto y por ello decía: “Deseo morir para estar con Cristo” (cf Fil 1, 23) lo cual significa que disfrutaba tanto de su trato diario con Jesús que anhelaba poseerlo sin obstáculos y para siempre en el cielo. “Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara”, “El amor es eterno” (cf 1 Cor 13,12 y 8) y en Rom, 8,35-39 escribe: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.”
San Gregorio de Nisa, comentando la vida de Moisés, “el amigo de Dios”, decía: “Ninguno puede ver con tal plenitud a Dios que, después de haberle visto, deje de anhelar su visión. En esto consiste, en efecto, la verdadera visión de Dios: en que después de haberlo visto, jamás deja de desearlo.”
A este respecto Nicolás Cabasilas escribió que: “La Vida en Cristo comienza ya en este mundo. Aquí tiene su principio. Y su consumación en el cielo, cuando nos llegue la hora. No puede el vivir terreno alumbrar plenamente esa Vida en las almas de los hombres ni lo hará el venidero, si ese divino vivir no comenzó ya en la tierra. (…) Aquel día se permitirá a los amigos comunicar con el Hijo de Dios en los Misterios y aprender de sus labios lo que ÉI oyó de su Padre. Mas es preciso que quienes pretenden ser amigos se le alleguen con oídos preparados para escuchar sus palabras, que no es entonces tiempo de granjearse amistades, de preparar los oídos y aderezar vestiduras de boda ni de buscar lo demás que se precisa para la entrada en aquel Salón Nupcial. Todo eso se confecciona en el taller de esta vida. No hay lugar en la futura para quienes descuidaron los preparativos antes de morir: testigos las cinco Vírgenes y el invitado a las Bodas, que se acercaron desprovistos del vestido de fiesta, que entonces no pudieron preparar.”
La amistad con Cristo se desarrolla en la intimidad
Esta amistad se desarrolla y madura en la intimidad, que supone silencio y soledad,no para estar solos encerrados en nosotros mismos, sino para estar a solas con Jesús con la mirada puesta en Él. Eso es la oración: interiorizar todas las cosas y acontecimientos en la presencia de Cristo. Son cosas que escuchamos siempre cuando hablamos de la oración, pero con frecuencia las damos por supuestas y luego nos extrañamos de que nuestra amistad con Jesús no crezca.
Pregúntale a Jesús qué espera de un amigo suyo
Es bueno preguntarse: ¿en mi estilo de vida se dan las condiciones de posibilidad para que mi amistad con Jesús sea cada vez mayor y más auténtica? ¿Qué respondería Jesús si le preguntara qué espera de un amigo suyo, es decir, qué espera de ti? Creo que entre otras cosas respondería:
- “Que busques la soledad y el silencio para estar conmigo”
- “Que aceptes mi amor y permanezcas a mi lado, sobre todo a través de la Eucaristía y la Confesión” (cultivo de la vida de gracia)
- “Que escuches mi Palabra y la interiorices”
- “Que hagas siempre el bien”
- “Que disfrutes de la vida, seas feliz y me hagas parte de tu día”
Y también podemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿Habrá algo que yo esté haciendo o dejando de hacer que le incomode a Jesús y que esté haciendo más difícil la comunicación y la relación entre los dos? ¿Tengo el hábito de vivir en gracia de Dios?
Un consejo práctico para crecer en amistad con Cristo
Siempre buscamos que se nos responda a la pregunta: ¿Cómo lo hago? ¿Me recomienda algo para tener una amistad así con Cristo?
Menciono sólo un consejo práctico que a mí me ayuda mucho. En los días de sufrimiento el primero con quien voy es con Él. Los ratos de oración que recuerdo con más gusto son aquellos en que he estado con Jesucristo en días y circunstancias de particular dolor. Simplemente voy adonde haya un Sagrario y allí estoy con Él. Jesucristo siempre se ha portado conmigo como un verdadero amigo, que cumple y excede las condiciones del amigo perfecto.
En medio del sufrimiento la oración suele ser particularmente íntima, profunda, auténtica, afectiva. Vivir en esas circunstancias la experiencia de tener un amigo como Jesús me hace crecer en amistad y desear con ardor que esta amistad sea sólo el comienzo de la que podré tener en el cielo.
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Este artículo se puede reproducir sin fines comerciales y citando siempre la fuente www.la-oracion.com y el nombre del autor, (Evaristo Sada, L.C.) procurando mantener las ligas internas al artículo.
¡Es una alegría poder encontrar un blog así de sencillo y de profundo! Tratar de amistad con Jesús es una alegría, una fuerza, un camino, un encuentro... Ya decía Sta Teresa: En la cruz está la vida y el consuelo y ella solo es el camino para el cielo. Buen camino en ete blog de la mano de María y siguiendo los pasos de nuestro Redentor.
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